La música en el cine de la Revolución (VI)

La música en el cine de la Revolución (VI)

Por: Jorge Calderón.

Durante su estreno critiqué rudamente a Patakín (1982), comedia musical dirigida por Manuel Octavio Gómez, a partir de un argumento del dramaturgo Eugenio Hernández Espinosa. Pero la vida, afortunadamente, es dialéctica. Más de diez años después pude verla y mi óptica varió por completo. Vi en ella valores que había pasado por alto. Las personas que me rodeaban en mi espacio interactivo Encuentro Cercanos, en el Salón Alhambra del Centro Cultural Payret, coincidieron conmigo en este nuevo punto de vista.

Patikín es, ante todo, eso, una comedia musical con todas las de la ley, que, con gracia y picardía criollas, buen humor, satiriza al propio género y a otros también, y coloca a las principales deidades del panteón yoruba, humanizándolas, en un jocoso plano terrenal.

En antagonismo entre “Changó Valdés Valdés” (Miguel Benavides) y “Oggún” (Enriquito Arredondo) deviene hilo conductor y sostén de una trama donde habrá enredos y mucha música (compuesta por Rembert Egües), es decir, congas, salsa, guarachas, punto guajiro, chachachá, bolero-beguin, fox, tango. Veinte números musicales integran la banda sonora del filme, entre ellos: «¡Llegó Shangó¡ «, «Nuestra canción», y «Mi rey gritón».

El realizador, que aportó el texto de las composiciones, somete a prueba a sus actores, los antes mencionados, más Asseneh Rodríguez, Alina Sánchez, Litico Rodríguez, Carlos Moctezuma, Hilda Oates y Jorge Lozada, quienes, además, cantan y bailan.

La cámara desde la grúa, (la fotografía en colores es de Luis García), tanto en exteriores como interiores, supo registrar el profesional desempeño de los intérpretes y del cuerpo de baile en general. Víctor Cuéllar tuvo a su cargo la coreografía.

Patakín, según Edgar Soberón, «tuvo una buena acogida de público y crítica en Estados Unidos», el país de la comedia musical por excelencia. Vale destacar que Soberón, conocedor y estudioso de la filmografía de Manuel Octavio Gómez, poseyó los elementos para ofrecer esta afirmación sobre Patakín, que aparecieron publicados en medios de prensa estadounidenses como Variety, San Francisco Chronicle y Examiner, entre otros.

Sabiamente dirigida por Enrique Pineda Barnet, Beatriz Valdés fue toda una revelación por su desempeño artístico en La bella del Alhambra (1989), filme totalmente musical, a su vez, uno de los más taquilleros del período revolucionario, e inspirado en Canción de Rachel, novela de Miguel Barnet. La joven actuó, bailó y cantó con elegancia y soltura sorprendentes.

El pianista Mario Romeu realizó un depurado trabajo en la partitura original del filme, la cual se escucha con muchísimo agrado, mientras que hermosas canciones de siempre («Quiéreme mucho», y «Si llego a besarte», devenidas antológicas, junto a «Capullito de alhelí», «El pesca´o» y «Papá Montero») muy apegadas al teatro vernáculo cubano, muy bien armonizadas a la trama, aportaron a la obra una riquísima sonoridad.

La atmosfera de La Habana de los años veinte y treinta, del controvertido teatro Alhambra, para hombres solos, fue muy bien recreada por la fotografía de Raúl Rodríguez y la dirección artística de Derubín Jácome.

En Zafiros, locura azul (1997), Manuel Herrera rindió tributo al famoso cuarteto vocal habanero integrado por Eduardo, Miguel, Leoncio e Ignacio, cultivadores del bolero y la balada, la bossa nova, la rumba y la conga. La película, durante su estreno, abarrotó las salas cinematográficas del país y devino interesante fenómeno sociológico al movilizar principalmente a la parte más joven de la población, la cual apenas si conocía, en los noventa, al legendario cuarteto que poco antes había sido redescubierto por un interesante documental de Jorge Dalton, hecho para la televisión: Herido de sombras.

En su momento, y después también, algunos llegaron a comparar a Los Zafiros, por su calidad vocal sin dudas, con Los Platters. De hecho, en su repertorio, figuró «My prayer», en su versión al castellano. Otras populares composiciones, como «Mi Habana», «Mis sentimientos», «Ofelia» y «Locura azul», formaron parte y enriquecieron la banda sonora del filme de Manuel Herrera, notable, precisamente, por su música.

(Continuará)

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