¿Bailar en La Habana?

¿Bailar en La Habana?

Por: Rafael Lam.

En estos días de celebraciones de la fundación de La Habana se han organizado muchísimas actividades culturales; sin embargo, no se incluyen —apoyados por el Instituto Cubano de la Música— los bailes populares.

La Habana Vieja fue el centro de las diversiones musicales populares desde siempre: Allí nace la conga, la rumba, se difundieron los coros de rumba y guaguancó. En las propias casas y calles se bailaba desde tiempos de la colonia.

Según recoge Nicolás Tanco Armero en su texto Viaje de la Nueva Granada (1852):

En La Habana la pasión dominante es el baile, todo el mundo baila en La Habana. La ciudad tiene fama de ser una ciudad muy alegre, donde todo hombre y mujer goza, donde el pueblo se divierte constantemente, y es por esta idea, muy general, que se le ha llamado el París de América.

En una reciente publicación hablé de llevar la música a los parques y plazas. Recordemos las retretas, verbenas y carnavales. La diversión popular no es asunto de presupuestos económicos. «Las cosas buenas de la vida son gratuitas», decía genialmente el músico John Lennon.

¿Cómo es posible que se desperdicien zonas tan apreciadas de La Habana para el esparcimiento de la población? Ahí tenemos el Malecón, el Paseo del Prado, el Parque Central. La calle Italia (Galeano), La Rampa, la calle Línea de la que se espera una Calzada de los Teatros que no acaba de concretarse.

¿Es tan difícil iluminar los parques y llenarlos de música y bailes? ¿Cuántas iniciativas no podrían gestarse en esos parques al alcance de todos?

Un ejemplo hipotético: Se sitúa un tanque plástico de ʺponcheʺ (agua, frutas, quizás alguna dosis de ron Havana Club), venta de fiambres, ropas, objetos de arte. Todo apoyado por las organizaciones de masas. Este sería un lugar ideal para la familia, la juventud, los de la tercera edad.

En vistas de que los salones de baile colapsaron o declinaron, mientras que otros se hacen distantes por el transporte y hasta el costo; entonces la única opción sería los parques del vecindario, del barrio.

Desde mi niñez observaba a niños y jóvenes ir a bailar a los parques —donde existían bares con victrolas— para bailar el rock and roll de Bill Haley y Elvis Presley o el chachachá que se le enfrentaba internacionalmente a la invasión estadounidense.

Desde la etapa del Benny Moré se utilizaban los grandes estadios deportivos para la música. Al Bárbaro del Ritmo lo vimos en el ahora Estadio Latinoamericano. Ya la Ciudad Deportiva ha hecho sus colaboraciones. El Estadio Universitario ya es hora de que sea más útil en la cultura. En el boom de la salsa de la década de 1990 en él se hicieron muchos conciertos bailables.

Los viernes y sábados hay que reanimar los parques de los barrios o cualquier plaza que se habilite. También en la década de 1990 se aprovecharon hasta los espacios vacíos frente del Malecón, así como el área de parques frente a la Estación de Ómnibus Nacionales, la Finca de los Monos, la Fuente de la Juventud, la intersección de Paseo y Malecón, y de cuanto hubiera para pasarla bien.

A echar a andar la imaginación, la voluntad y los buenos deseos y, como se dice con esa frase tan gastada: articular a todos los organismos en función de la diversión de la población.

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