Carteles de cine: memoria del mundo

Carteles de cine: memoria del mundo

La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco, por las siglas en inglés) declaró Patrimonio Documental de la Humanidad, categoría Memoria del mundo, a la colección de carteles de cine cubano que posee el Icaic.

El Consejo Ejecutivo de la organización internacional estuvo optando entre ese patrimonio gráfico y las Actas Capitulares del Ayuntamiento de La Habana, una colección de 273 libros desde 1550 a 1898.

Además de aspirar a ser declarados Patrimonio Documental de la Humanidad, los carteles de cine cubano ya fueron reconocidos como Patrimonio Cultural de la nación cubana mediante la Resolución 40 de 2018, emitida por el Consejo Nacional de Patrimonio Cultural.

La mencionada institución custodia casi 3000 piezas de colección que han sido inscritas en el Registro Nacional del Programa Memoria del Mundo de la Unesco por su valor cultural y artístico

Entre los emblemáticos carteles que consiguieron el aval de la organización internacional se encuentran los que representaron mundialmente filmes tan importantes como Lucía (1968, Humberto Solás), Clandestinos (1988, Fernando Pérez), Vampiros en La Habana (1985, Juan Padrón) y Fresa y chocolate (1993, Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío).

Seleccionado como el mejor en la encuesta de la Cinemateca de Cuba para elegir los hitos más relevantes del cine cubano, incluidos sus carteles, el tríptico de Lucía fue creado por el pintor, dibujante, diseñador y fotógrafo Raúl Martínez, célebre sobre todo por aquellas obras con protagonista colectivo, donde ilustraba el entusiasmo, el optimismo, la utopía de un futuro de concordia, igualdad y progreso.

Raúl Martínez colaboró excepcionalmente con el Icaic, siempre para promocionar filmes nacionales. Entre sus mejores carteles se cuentan los diseñados para el documental de largometraje David (1967) y para los largometrajes de ficción Desarraigo (1965, Fausto Canel) y por supuesto el de Lucía (1968, Humberto Solás), un cartel que se transformó en un símbolo tan poderoso y transcendental del nuevo cine cubano como el propio filme aludido.

Aparte del intenso colorido pop, los tres rostros de mujer, correspondientes a las protagonistas del tríptico, se apresan en recuadros; aunque la linealidad del límite entre uno y otro recuadro se rompe con una espiral verde y azul, en el fondo, además del frecuente añadido pop de flores resueltas en colores brillantes, pero no tan brillantes como los rostros de las tres mujeres. La tercera Lucía, correspondiente a la época revolucionaria, ocupa un área ligeramente mayor que las dos anteriores.

Entre los principales diseñadores de carteles en Cuba se encuentra también Ernesto Ferrán, autor del que representó a Fresa y chocolate, codirigida por Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío.

Fuente: La Jiribilla

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