Crónicas de San Cristóbal

Crónicas de San Cristóbal

Por: Emilio Comas Paret.

Hace unos días mi hijo que regaló un libro desconocido para mí, pero muy interesante, titulado Estampas de San Cristóbal, de la autoría el intelectual cubano Jorge Mañach.

Esta obra fue publicada por última vez en Cuba en el año 2000, es decir, hace veinte años que desapareció del acontecer literario cubano, y cuenta crónicas de La Habana de los años veinte del siglo pasado.

La edición fue de Daniel García Santos, el diseño interior de Bernardo Rodríguez y la composición digital de Evelio Almeida. Fue publicada por el fondo de Desarrollo de la Educación y la Cultura.

El texto cuenta con cincuenta y nueve crónicas y entre las más interesantes podemos citar las siguientes: “El Morro”, “El muro del Malecón”, “Los cañones de la Punta”, “El Foso de los Laureles”, “El Prado y lo fundamental”, “La plazoleta de Alber”, “San Rafael y Galiano”, “Muchachas ventaneras”, “El cañonazo”, “La Calzada de Monte”, y “El Vedado”. Pero hay una crónica que me fue muy interesante y se refería a los puestos de fritas de la Playa de Marianao.

Unos días atrás mis amigos: Carlos Padrón, Omar Valiño y yo, reflexionábamos sobre las cosas que se han perdido en Cuba con el advenimiento de las nuevas tecnologías y por supuesto la nueva época. Y recordábamos el uso del “orinal” o “tibor”, que se ponía debajo de la cama para hacer las necesidades fisiólogas sin tener que ir al baño, que casi siempre quedaba fuera de la casa, (no existían las tazas de inodoros), y le llamaban excusado; de la navaja para afeitarse los hombres; y el champán y la sidra para beber en Pascuas; al igual que las manzanas y las peras; los vasitos de cerveza que costaban diez centavos en las bodegas con un saladito incluido; y alguien recordó los puestos de fritas, donde por diez centavos usted consumía una torta de picadillo de res, aderezada con jugo de tomate o cebollas crudas, o picante, y con ello almorzaba o comía. Luego era tomarse un líquido, también barato, un refresco costaba cinco centavos, y ya está.

Yo ahora estoy recordando aquella vieja canción que decía «como cambian los tiempos compay», que si se hubiera escrito ahora sería un hit musical.

Creo que este libro de crónicas debiera haberse publicado por el  500 aniversario de la fundación de La Habana. No se hizo, pero siempre hay más tiempo que vida.

NOTA EDITORIAL:

Este artículo fue publicado en la columna que mantiene Emilio Comas Paret en Cubaliteraria, el 28 de abril de 2020.

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