De Catalina de Medici a Noverre

De Catalina de Medici a Noverre: Breve recorrido por los orígenes del ballet

Por: Yilian Carús.

El ballet halló un cálido patrocinio en la persona de Catalina de Médici. Uno de los más importantes espectáculos realizados por su orden fue el Ballet Comique de la Reina (1581). Su autor fue un famoso violinista, Baldassarino de Belgiojoso (más tarde afrancesado como Balthasar de Beaujoyeulx), que llegó a Francia en 1555. Fue presentado a la Reina quien lo empleó como organizador de los festivales de la Corte.

En su prefacio a la versión impresa de este ballet, Beaujoyeulx define el ballet como “una mezcla geométrica de muchas personas que danzan juntas al son de diversos instrumentos”. La designación de ballet comique significa ballet-cómico y la capital importancia de la contribución de Beaujoyeulx es que logró dramatizar el ballet, porque la danza, la música, el canto, y la declamación, están hábilmente combinados para la expresión del asunto, que era la leyenda de Circe.

Para tener una idea de la magnificencia del ballet como entretenimiento, se debe considerar que por lo regular comenzaba a las diez de la noche y terminaba sobre las tres de la madrugada, y que esta duración no era motivo de aburrimiento o disgusto para la concurrencia.

En 1588 apareció el primer libro francés consagrado a la práctica de la danza, la Orquestografía de Thoinot Arbeau. En esta obra se describe con gran detalle las danzas cortesanas, entonces en boga, La Pavane, La Gavotta, La Allemande, la Volte, y 19 formas de la Branle.

En Inglaterra el ballet halló su expresión en las mascaradas. Enrique VIII, tuvo sus disfrases y algazaras, los cuales se hicieron más elaborados durante el reinado de Isabel. Estas máscaras desaparecieron en el siglo XVII. Así puede decirse que el ballet se originó en Italia, pero se desarrolló en Francia, y que estuvo inspirando las mascaradas inglesas, las cuales a su vez tuvieron su influencia sobre la ópera ballet francesa, que fue el cimiento del ballet clásico moderno.

Bajo el reinado de Luis XIV el ballet se hizo noble y artístico. El monarca, de acuerdo con su concepto de realeza, representaba únicamente los papeles eminentes; tales como Apolo, Neptuno y Jupiter. Durante su reinado el ballet tuvo grandes progresos.

Este rey buscó la colaboración de Beauchamps, Bocan y Pécourt, quienes se alternaban la organización de sus danzas. Lulli componía la música y Moliére escribía mucho de los ballet comedias. También se creó la Academia Real de la Danza (1661) y en 1672 una escuela de danza que fue el origen del Ballet de Estado.

Los ballets seguían siendo un espectáculo compuesto por danza, canto y música, pero luego pasaron a una ejecución más restringida en la Corte. El personal estaba compuesto sólo por hombres, cuyos rostros estaban cubiertos con máscaras. Ya en mayo de 1681, en Saint Germain se presentó un ballet titulado Triunfo del amor, en el cual el compositor Lulli hizo bailar por primera vez a bailarinas.

Con todo este recorrido, en 1760 se hicieron nuevas demandas de reforma en una obra notable, titulada Carta sobre la Danza y los Ballet, de Jean George Noverre (1727-1810), coreógrafo y discípulo de Dupré; quien, al igual que Marie Sallé, fue al extranjero para lograr el reconocimiento de su genio y tener la oportunidad de poner en práctica sus planes; obteniendo éxitos considerables en sus presentaciones, en la mayoría de las principales ciudades de Europa.

La obra de Noverre, considerada como una exposición de las teorías y leyes que rigen la representación de ballet y de danza, no tiene par en toda la literatura consagrada a ese arte, y ningún libro ha ejercido permanentemente tan incalculable influencia beneficiosa, sobre la manera de presentar ballets y danzas.

Noverre no fue sólo un coreógrafo de gran talento, sino también una persona poseedora de conocimientos inmensos sobre su materia y de un sentido común e inteligencia poco frecuente, que aplicaba a la reforma de cada rama de su profesión.

¿Cuáles eran sus ideales? Suprimir las horribles máscaras; quemar las pelucas; abolir los incómodos tontillos; desterrar los rellenos de caderas –todavía más inconvenientes–; reemplazar la rutina por el buen gusto; indicar un atavío más notable, más exacto y más pintoresco; exigir acción y expresión al danzar, y demostrar la inmensa distancia que hay entre la técnica mecánica y el genio, que coloca a la danza junto a las artes imitativas.

También reformó los trajes de los danzantes, restauró y desarrolló el arte de la mímica, decretó que todos los ballets deben tener un buen argumento, e insistió en que la danza no debe ser concebida como un mero divertimento, sino como un medio de expresar.

Fue el creador del ballet de acción, que había sido presentido en el experimiento de la Duquesa de Maine, un ballet en el que el tema era expresado íntegramente por medio de la danza y la mímica, y sin la ayuda de una explicación cantada o hablada. Fue a Stuttgart, siendo maestro de ballet del duque de Wurtermberg, donde, unido a los bailarines Gaetano Vestris y Duderval, explayó primero sus ideas. Éstas fueron desarrolladas por Maximilien y Pierre Gardel, y Duderval.

La obra de Noverre no debe ser leída del mismo modo que un tratado compuesto por un hombre de letras ajeno a la práctica de la danza. Su estilo y sus afirmaciones hablan de un proyecto complejo, que busca el cambio en la mirada del espectador frente a la escena.

FOTO: Ballet Rehearsal on Stage, Edgar Degas, 1874, De la colección de: Musée d’Orsay, Paris

 

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