La Habana en poesías

La Habana en poesías

Por: Félix Bolaños.

La magia de la poesía, enardecida por las pasiones que despierta La Habana, deviene en inspiración para cientos de poetas del patio y de otras regiones del mundo, que han cantado a la belleza de esta ciudad. Es imposible en este breve espacio compilar todos los poemas que la ciudad ha inspirado, de manera que acá solo se propone una selección de algunos de los que han resultado más atractivos a este redactor.

Gabriel de la Concepción Valdés, Plácido, (1809-1844) es uno de los poetas más descollantes del romanticismo cubano. Sus colaboraciones aparecieron con regularidad en influyentes publicaciones literarias de la época. José María Heredia llegó a calificarlo como uno de las voces más importantes de la poesía criolla del momento.

La Habana

Mirad La Habana allí color de nieve,
gentil indiana de estructura fina,
Dominando una fuente cristalina,
Sentada en trono de alabastro breve.

Jamás murmura de su suerte aleve,
Ni se lamenta al sol que la fascina,
Ni la cruda intemperie la extermina,
Ni la furiosa tempestad la mueve.

¡Oh, beldad!, es mayor tu sufrimiento
Que este tenaz y dilatado muro
Que circunda tu hermoso pavimento;
Empero tú eres toda mármol puro,
Sin alma, sin calor, sin sentimiento,
Hecha a los golpes con el hierro duro.

Alfonso Reyes Ochoa (1889-1959) fue un ensayista, crítico, poeta y narrador mexicano relacionado con la mejor tradición literaria occidental. Es autor de una obra poética celebrada por sus contemporáneos y las generaciones posteriores.

La Habana

No es Cuba, donde el mar disuelve el alma.
No es Cuba que nunca vio Gaugin,
que nunca vio Picasso,
donde negros vestidos de amarillo y de guinda
rondan el malecón, entre dos luces,
y los ojos vencidos
no disimulan ya los pensamientos.

No es Cuba la que oyó a Stravisnsky
concertar sones de marimbas y güiros
en el entierro del papá montero,
ñañigo de bastón y canalla rumbero.

No es Cuba donde el yanqui colonial
se cura del bochorno sorbiendo granizados
de brisa, en las terrazas del reparto;
donde la policía desinfecta
el aguijón de los mosquitos últimos
que zumban todavía en español.

No es Cuba donde el mar se transparenta
para que no se pierdan los despojos del Maine,
y un contratista revolucionario
tiñe de blanco el aire de la tarde,
abanicando, con sonrisa veterana,
desde su mecedora, la fragancia
de los cocos y mangos aduaneros.

Francisco Villaespesa Martín (1877-1936) figura entre los principales representantes del modernismo en España. Fue gran amigo de otro grande del modernismo, Rubén Darío, de quien fue divulgador de su obra en la península ibérica. Aunque no hay constancia de su paso por Cuba, parece que se produjo en un momento posterior a la pérdida del enclave colonial, como se aprecia en el siguiente poema:

Adiós a Cuba 

Con ternuras de madre y piedades de hermana
me ofreciste un oasis de paz en esta guerra,
por eso al alejarse la errante caravana,
tu recuerdo en el fondo del corazón encierra;
y con él las tristezas de su otoño engalana…

Pupila que la muerte sin mirarte se cierra
no sabrá qué es belleza, porque tú eres, Habana,
la ciudad más hermosa que floreció en la tierra.

¡En mi adiós, como ofrenda, te dejo el alma mía!…
¡Que los dioses te amparen, ciudad de encantamiento,
y que siempre contemple la pupila viajera
sobre el maravilloso cristal de tu bahía
fulgurar ondulante a la gloria del viento
la estrella solitaria que brilla en tu bandera!…

Otro gran poeta español, Rafael Alberti (1902-1999),  también le cantó a La Habana, una ciudad a la que le unieron sólidos lazos afectivos a lo largo de toda su vida. Es considerado el poeta español de la generación del 27 con más prolongada e intensa vinculación con Cuba. A diferencia de la generación que le antecedió, la del 98  —marcada por la crisis moral, política y social desencadenada en España por la derrota militar en la guerra hispano-estadounidense y la consiguiente pérdida de sus últimos dominios coloniales—, en la del 27 se aprecia una cierta nostalgia cuando evocan aquellos lugares. En el siguiente poema el sujeto lírico sufre de añoranza, pero esta vez es una nostalgia diferente:

Cuba dentro de un piano

Cuando mi madre llevaba un sorbete de fresa por sombrero
y el humo de los barcos aun era humo de habanero.
Mulata vuelta bajera.
Cádiz se adormecía entre fandangos y habaneras
y un lorito al piano quería hacer de tenor.
Dime dónde está la flor que el hombre tanto venera.
Mi tío Antonio volvía con su aire de insurrecto.
La Cabaña y el Príncipe sonaban por los patios del Puerto.
(Ya no brilla la perla azul del mar de las Antillas.
Ya se apagó, se nos ha muerto).
Me encontré con la bella Trinidad.
Cuba se había perdido y ahora era verdad.
Era verdad, no era mentira.
Un cañonero huido llegó cantándolo en guajiras.
La Habana ya se perdió. Tuvo la culpa el
dinero…
Calló, cayó el cañonero.
Pero después, pero ¡ah! después…
Fue cuando al SÍ lo hicieron YES.

El autor de Paradiso, considerada entre las cien mejores novelas de habla hispana del siglo XX, José Lezama Lima (1910-1976), fue un habanero rotundo. A la ciudad le dedicó una buena parte de su obra ensayística, recogida en el volumen Tratados en La Habana, asimismo en su corpus poético se encuentran numerosas muestras que cantan a los diversos espacios de la capital, como el siguiente poema:

Bahía de La Habana

Al pie de las murallas
el aire tartamudo
desliza sus sirenas,
plata mansa sin hoy
mana sus lunares
entre lunas cansadas
sin balcones. ¿Qué será,
qué será? bajo el arco
y pestañas, la tarde,
-codorniz de ceilán-
rompe en flechas sus colores.

Descuidas las islas
pie ligero y concha reciente,
de sonrisas y flautas,
sobre faldas tan lindas
pasajeros con cintas
y mañanas redondas!
verdinegros incógnitos
los celos de la noche
¿qué será, qué será?

el alfiler del rocío
redobles del aire tierno,
se extingue en ay, ay, ay, ay.

La sorpresa de la rosa en el agua,
vida entre vidas,
la rechazan las olas
con heridas sin gritos.

Las estrellas se mecen
al compás que no existe
del agua amanecida,
y así puede mecer
a los niños de arabia,
con heridas y gritos.

Y loca entre balcones
la tarde recurvando,
empina entre algodones
su voz que ni se escucha
perdida entre latidos:
¿qué será, qué será?

Oscar Hurtado (1919-1977). Fue un reconocido escritor y periodista cubano considerado el padre de la ciencia ficción cubana, y se le conoce también como precursor de la literatura fantástica, policiaca y de terror en la Isla. De su poemario Paseo del Malecón escogimos el que precisamente le da título:

Paseo del Malecón

Una octava más alta habla el cubano
del normal diapasón de su garganta.

Pero en el Malecón sólo el mar suena.
Esa mar de las olas transparentes
nos revela un jardín de piedras finas
y un oculto y silente bosque rojo
en un fondo crecido de corales.

La mirada lo encuentra por momentos
a la luz escarlata de su fronda,
pero luego lo pierde en medianoche.

El olor de la sal y los mariscos
se mezcla con el de uvas de caleta.
Amantes de la mar y de la pesca
superan este mundo desde un muro.

En el lomo de esa ola surge un verde
que no puedo encontrar entre mis páginas.

El verde colibrí luce esmeraldas.

El uruguayo Mario Benedetti (1920-2009), quien por un tiempo vivió en La Habana, es un poeta bien conocido, sobre todo por su poesía amorosa, que ha marcado a varias generaciones y se ha convertido en referencia. Su obra, en sentido general, ha generado gran adhesión entre los lectores de todas las edades por su indudable muestra de compromiso ético y político.

Habanera

Es preciso ponernos brevemente de acuerdo
aquí el buitre es un aura tiñosa y circulante
las olas humedecen los pies de las estatuas
y hay mulatas en todos los puntos cardinales
los autos van dejando tuercas en el camino,
los jóvenes son jóvenes de un modo irrefutable
aquí el amor transita sabroso y subversivo
y hay mulatas en todos los puntos cardinales.

Nada de eso es exceso de ron o de delirio
quizá una borrachera de cielo y flamboyanes
lo cierto es que esta noche el carnaval arrolla
y hay mulatas en todos los puntos cardinales.

Es preciso ponernos brevemente de acuerdo
esta ciudad ignora y sabe lo que hace.
Cultiva el imposible y exporta los veranos
y hay mulatas en todos los puntos cardinales.

Aquí flota el orgullo como una garza invicta,
nadie se queda fuera y todo el mundo es alguien.
El sol identifica relajos y candores
y hay mulatas en todos los puntos cardinales.

Como si Marx quisiera bailar el Mozambique
o fueran abolidas todas las soledades.

La noche es un sencillo complot contra la muerte
y hay mulatas en todos los puntos cardinales.

Aunque nació en México en 1930, Fayad Jamís vivió en La Habana hasta su muerte, ocurrida en 1988. De él ha dicho Roberto Fernández Retamar que «fue siempre un poeta fiel a sus circunstancias. No hizo el elogio de la escasez, extrajo de la escasez poesía, y luego del triunfo de la Revolución sumó su voz a las que saludaron el magno acontecimiento».

Si no existieras
Qué sería de mí si no existieras,
Mi ciudad de La Habana.

Si no existieras, mi ciudad de sueño
En claridad y espuma edificada,
Qué sería de mí sin tus portales,
Tus columnas, tus besos, tus ventanas.

Cuando erré por el mundo ibas conmigo,
Eras una canción en mi garganta,
Un poco de tu azul en mi camisa,

Un amuleto contra la nostalgia.

Y ahora te camino toda entera,
Te vivo toda hasta la madrugada,
Soy el viento en tus parques y rincones,
Soy el sol que te acaricia el alma.

Ciudad de mis amores en el polvo,
Bella ciudad de podredumbre y alas,
En ti nací realmente un mes de enero
Cuando golpeó en tu pecho la esperanza.

Si viví un gran amor fue entre tus calles,
Si vivo un gran amor tiene tu cara,
Ciudad de los amores de mi vida,
Mi mujer para siempre sin distancia.

Si no existieras yo te inventaría,
Mi ciudad de La Habana.

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