La música en el cine de la Revolución (V)

La música en el cine de la Revolución (V)

Por: Jorge Calderón.

La música campesina tampoco quedó al margen de la preocupación e interés de nuestros documentalistas. Sobre Luis Gómez  ─la vida habitual de este cantante de punto guajiro─ fue de los primeros intentos, allá en 1965. Dirigió el propio Bernabé Hernández, mientras que Hablando del punto cubano (1972), de Octavio Cortázar, no se circunscribió a un solo personaje, sino que intentó ofrecer una visión más abarcadora de este música de raíz hispánica, lo cual también forma parte de nuestra identidad.

Con gran plasticidad y belleza, depurado estéticamente, el folklore afrocubano devino esencia en Okantomí y Sulkary, documentales de Melchor Casals, al tiempo que, en Rítmicas, él diera vida a la música compuesta por Amadeo Roldán, y en Panorama, supiese hacer un compendio, muy artístico, de nuestros ritmos, es decir, la contradanza, el danzón, el son, el mambo, el chachachá, a través de la actuación del Conjunto de Danza Nacional de Cuba.

En la filmografía de Juan Carlos Tabío, antes de su co-dirección en Fresa y Chocolate, hubo más de un documental dedicado a la música (la más de las veces, basado en figuras internacionales). Estos fueron: Miriam Makeba, Soledad Bravo, Joan Manuel Serrat, Marta Jean-Claude en Haití. Empero, en Chicho Ibáñez, abordó la figura del tresero, cantante y compositor matancero. El Grupo Moncada, integrado por estudiantes de la Universidad de La Habana, también fue protagonista en esta vertiente de su trabajo; a ellos dedicaría su documental Un reportaje con el Grupo Moncada, que dirigiera en 1979.

En ocasiones, casi con un solo título en su filmografía dedicado a la música, realizadores como Mayra Vilasís, Fernando Pérez o Rebeca Chávez, han logrado obras especialmente significativas en mi opinión, como lo son: Yo soy la canción que canto (merecido tributo a Bola de Nieve), Omara y Buscando a Chano Pozo. Pudiéramos añadir aquí Gonzalo Roig, de Sergio Giral, también Tata Güines y Barbarito Diez, dos documentales dirigidos por Santiago Villafuerte.

Un maestro del documental, Santiago Álvarez (1919-1998), en casi toda su obra le atribuyó una especial importancia a la música, al extremo de convertirla en el hilo de sus filmes. Now (1965) lo construyó al concatenar planos en foto fija que mostraban el abuso y la crueldad contra el negro norteamericano, mientras la voz en off de Lena Horne, lo que ella expresa en la canción, con sus inflexiones y matices, «intensifica» por decirlo de algún modo, lo que los ojos ven.

Este hábil recurso de engarzar sonido e imagen, en ocasiones en contrapunto, fue una constante en la documentalística de Santiago Álvarez en su labor al frente del Noticiero Icaic Latinoamericano, que tuvo una edición semanal. Él fue sumamente celoso en el empleo de las bandas sonoras. Por ejemplo, al filmar el entierro de Benny Moré (1919-1963), apoyó sus imágenes con la música que había popularizado en vida el Bárbaro del Ritmo, oriundo de Santa Isabel de Las Lajas.

Consecuente con esta proyección de su trabajo, la filmografía de Santiago Álvarez, ya con la salud quebrantada, concluyó en 1998, con dos obras en video y en co-dirección con Ismael Perdomo, muy apegadas a sus intereses de siempre. Estoy refiriéndome a Concierto Mayor y La Isla de la música.

Los cantautores Pablo Milanés, Fito Páez y Joaquín Sabina, por iniciativa del primero, ofrecen, en Concierto Mayor, un recital que sirvió para recaudar fondos para los enfermos de SIDA, mientras que, La Isla de la música, en correspondencia con su título, resultó cabal expresión de la riqueza de Cuba en tal sentido. A través de un discurso no lineal, el documental se sustentó en las opiniones de las personalidades entrevistadas, al tiempo que se enriqueció con la viva presencia de Compay Segundo (Francisco Repilado), Ibrahím Ferrer, Rubén González y Pepecito Reyes, éste último alguien muy ligado a los orígenes de la mundialmente famosa guajira-son «Guantanamera», de Joseíto Fernández, hecho que el documental destaca en una de sus secuencias.

Debo anotar aquí que, un año antes, Rigoberto López había dirigido el documental Yo soy del son a la salsa, título sobradamente explícito, en el cual el cineasta ofrecía también un panorama sobre nuestra música y, además, incorporaba a Celia Cruz, así como a notables intérpretes del contexto caribeño, entre ellos, Marc Anthony.

(Continuará)

NOTA EDITORIAL

La foto que acompaña este artículo corresponde a un fotograma del documental Now, de Santiago Álvarez.

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