Memoria y presente de Lesbia Vent

Memoria y presente de Lesbia Vent Dumois

Por: Virginia Alberdi.

Ya se puede apreciar, en la sala transitoria del Museo Nacional de Bellas Artes, la exposición que honra la condición de Lesbia Vent Dumois como merecedora del Premio Nacional de las Artes Plásticas 2019. Hubo que esperar esta revelación más allá de lo habitual debido a la pandemia que interrumpió la programación cultural. Pero ahí está una obra estimulante y significativa, producida por una creadora que, como subrayó el escritor y ensayista Abel Prieto, al presentar la muestra en compañía del ministro de Cultura, Alpidio Alonso, testimonia «una visualidad nueva para la plástica cubana».

La exposición cuenta con curaduría de la propia Lesbia –Premio Nacional de Curaduría por la obra de la vida– y de Teresa Toranzo, quienes logran un acertado recorrido visual por la creación de la artista.

En Memoria, título de la exposición, más allá de un tránsito por sus obras, revisitamos la intensidad de una biografía artística y la permanente emergencia de una sensible inquietud. Memoria que reconoce vínculos entrañables, como los que cultivó con Carmelo González (La Habana, 1920-1990), tanto por haber sido maestro y compañero en la vida y el arte, y Odenia Vent Dumois, la hermana artista ausente prematuramente. Al incluir sendas piezas de ellos, y colgar A Mamá, un primoroso dibujo suyo, Lesbia rinde tributo a sus afectos.

El ejercicio del grabado, de manera especial la xilografía, no guarda secretos para la artista que, desde sus inicios en el mundo de la creación, ha incursionado con excelentes resultados. Pero si en esta especialidad se ha destacado de manera sobresaliente, y ha dejado una impronta notable, en la pintura tiene ejemplos valiosos que merecen ser antologados, como ¡Miren al pajarito! (1967), una expresión tomada del lenguaje popular para llamar la atención de las personas al tomar una foto. Ese ambiente, con toques costumbristas por el tema, y expresionistas por su ejecución, se aprecia en ¡¡Shss!! Silencio (1972): los personajes en un primer plano se empeñan en atender una información que deben recibir de un aparato de televisión ubicado al fondo. Escena muy de la época que recrea con un ligero matiz de humor.

En aras de una secuencia temporal, me permito hacer mención a la huella que deja Lesbia en el dibujo, visible en esta ocasión en la serie de obras Ángeles y demonios. Mas no se limita a la reproducción de figuras reales o imaginadas, sino que combina, de manera en extremo afortunada, texturas que enriquecen su discurso visual. Fibras vegetales insertadas en las superficies confieren al dibujo una perspectiva táctil que se aviene con la intención dramática o sarcástica, según el caso, del planteamiento temático.

Como un marcado giro en su quehacer considero la serie Cartas de amor, obras de carácter instalativo, pues en urnas de dimensiones medias, ha tomado fragmentos de cartas y documentos íntimos de diferentes personalidades de la cultura universal para dar cuerpo a esos sentimientos y expresiones.

A partir de 2015, Lesbia sorprendió gratamente al mundo de las artes plásticas con la serie Sabores, esculturas blandas de pequeño formato que representan frutas tropicales, cubanísimas, primorosas, elaboradas en tejidos acordes a las texturas de las frutas representadas. Esas esculturas aparecen encerradas en cajas de acrílico minuciosamente grabadas, y están acompañadas de elementos que las enriquecen visualmente; no se limita a la pieza representada, explaya su creatividad para ubicar el objeto en una suerte de hábitat que la sitúa en el centro del universo onírico que ha querido otorgarle.

La más reciente serie, integrada por obras ejecutadas desde 2016 hasta 2020, integra textos y dibujos que se articulan y complementan con atributos físicamente relacionados con las características del personaje reflejado. Así transcurren la actriz y cantante cubana Rita Montaner, la escritora británica Virginia Woolf, la bailarina estadounidense Isadora Duncan; Frida Kahlo, invaluable mexicana; Violeta Parra, compositora chilena, cantante, artista de la plástica; Nahui Olin, escritora mexicana; Tina Modotti, fotógrafa italiana, y el único personaje de ficción, Lucía Jerez, tomado de la novela Amistad funesta, de José Martí.

Cierre pertinente, porque la casi totalidad de la obra de Lesbia constituye un reconocimiento a la condición de la mujer en la vida, el arte y la sociedad. Ajena al facilismo, al toque edulcorado y empalagoso con que en ocasiones se les pretende encasillar. No son meras frágiles figurillas sobre papel, sino mujeres ejemplares, creadoras, irreverentes, devenidas símbolos. Cuando se habla de discurso de género en las artes visuales cubanas, Lesbia resulta un referente obligatorio. Porque como recuerda el poeta Miguel Barnet, «Lesbia se niega a lo efímero y le concede a todo lo que toca el don de la perpetuidad».

Fuete: Granma

Artes Plásticas