Recordar al rey del mambo: Pérez

Recordar al rey del mambo: Pérez Prado a 31 años de su muerte

La gran contribución de Dámaso Pérez Prado a la cultura latinoamericana fue el mambo, aunque se esforzó por crear y popularizar otros ritmos como el suby.

En la musicalísima Matanzas, provincia del occidente cubano donde también nació el creador del danzón, Miguel Faílde, vio la luz un 11 de diciembre Dámaso Pérez Prado, sin embargo el año de su llegada al mundo ha sido motivo de controversias, pero la mayoría de las fuentes coinciden en que fue 1917.

Quien después sería conocido como el rey del mambo mostró cuál era su camino desde pequeño.

Aunque sus padres soñaban con que estudiara medicina, ya en las lecciones de piano clásico recibidas en la infancia probaba gran talento y amor por la música. Inició su carrera artística en la ciudad natal, con la charanga de Senén Suárez.

Allí realizó también algunas incursiones profesionales con otras orquestas locales, pero sería en los albores de la década de 1940, cuando decidió trasladarse a La Habana, que empezaría a elevar su carrera.

Poco más de 20 años contaba Dámaso, quien encontraría en la capital cubana una urbe de entretenimiento continental, en la cual se vivía la época dorada del son.

El joven pianista buscaba satisfacer sus ambiciones musicales, pero no resultaba tan sencillo hacerse sitio en el panorama artístico, en medio de un período de auge de la música popular.

Sin embargo, el talento de Pérez Prado le abrió paso en el competitivo mundo del espectáculo y consiguió colocarse en grupos musicales que tocaban en famosos lugares nocturnos, donde no tardó mucho en ser reconocido por sus aptitudes para tocar el instrumento.

Los Hermanos Palau, Cubaney y la agrupación de Paulina Álvarez, fueron algunas de las orquestas de las que fue parte, hasta que logró integrarse a la de mayor fama en el país entonces, Casino de la Playa.

La Casino de la Playa devino laboratorio para que el arreglista y pianista matancero experimentara con nuevas sonoridades y estructuras armónicas, incorporando algo de jazz.

La experiencia sería provechosa para la creación de su propia agrupación, en el año 1946. En ella consolidaría sus habilidades en el piano, sumándole los sonidos de la batería, el bajo, instrumentos de viento y la percusión afrocubana.

Ese sonido sería desde entonces su sello y con él crearía el estilo del mambo, en donde el verdadero solista es la orquesta y lo acompañaría un nuevo baile, marcado por movimientos de hombros, manos y pies al ritmo de la música.

Tocó en Estados Unidos, Argentina y Venezuela, entre otros países, en los cuales sus obras lograron colocar el mambo en alta estima del público, mas la tierra que elegiría para asentarse sería México.

Para allá se mudaría luego de ganarse el reconocimiento y cariño del público cubano, aunque temía que el mambo no causara en la patria azteca la reacción que esperaba.

Sin embargo, México fue un amor correspondido.

Mientras allí se inspiró para crear sus obras más famosas en la década de 1950 -Rico Mambo, Mambo No. 5, Pianolo, Caballo negro, El ruletero, Mambo en saxo, Mambo No. 8- también logró ganarse el afecto y la admiración del público mexicano y compositores y arreglistas de ese país comenzaron a seguirlo.

El éxito del mambo durante esos años fue absoluto; la orquesta de Pérez Prado se presentaba en los mejores escenarios y centros nocturnos de la época, además de participar en multitud de películas.

Algunos hitos de creación llegaron en 1954, al componer Suite en Voodo, obra de carácter sinfónico, estructurada en cuatro movimientos y luego, en 1955, cuando asombró al mundo con su Concierto para bongó. Entre 1960 y 1962 concibió la exitosa partitura de Suite de las Américas, sinfonía estructurada en siete movimientos, que recoge la esencia musical del continente, en 16 minutos.

En ella tiene gran importancia la melodía «Dos Américas», que funciona como enlace musical entre cada una de las partes.

A pesar de los esfuerzos por crear y popularizar otros ritmos como el suby y el dengue, su gran contribución a la cultura latinoamericana fue, sin lugar a dudas, el mambo.

El rey del mambo, uno de los más grandes músicos de Cuba y México, alcanzó la inmortalidad en la vida musical del continente y otras latitudes. Falleció el 14 de septiembre de 1989 en ese último país, lugar en el que residió la mayor parte de su vida.

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