Rita Longa: una escultora de todos los tiempos

Rita Longa: una escultora de todos los tiempos

Por: Yanelki Rodríguez Gómez.

Rita Longa dejó a su paso por toda Cuba su legado. En centros culturales, plazas, templos religiosos y residencias, se aprecia el refinamiento de sus esculturas y monumentos; que con su estilo, ritmo, gracia recrean el ambiente y no dejan de sorprender en cada encuentro con ellas.

La artista habanera –que el próximo 14 de junio cumpliría 109 años–, talló en piedra, bronce, madera y moldeó en yeso y terracota la belleza del cuerpo humano, especialmente de la mujer.

Sus manos crearon obras eternas en la memoria: «Grupo familiar» (1947, «Los venados» del Zoológico de 26); la «Virgen del Camino» (1948); la «Ballerina» (1950) del Cabaret Tropicana; los bustos de «Hatuey» (1955) en las cervecerías de igual nombre y en la ciudad de Baracoa; la «Aldea Taína» (1964) en la Ciénaga de Zapata; la «Fuente de Las Antillas» (1977) en Las Tunas y el «Gallo de Morón» (1982) en Ciego de Ávila.

Guiada por la vocación de cambio y actualización que alentó a los artistas en los años ’30, se convirtió en la mayor exponente de la Vanguardia escultórica y, en 1936, cuando se funda el Estudio Libre, participó como Orientadora, junto a los pintores Eduardo Abela, René Portocarrero, Mariano Rodríguez y Domingo Ravenet. Allí enseñó –por primera vez en Cuba– técnicas para la talla directa.

En 1960 fundó y dirigió en La Habana el Taller Guamá y, entre 1962 y 1964, realizó el más amplio de sus proyectos: la «Aldea Taína», en el Centro Turístico Guamá, de la Ciénaga de Zapata.

Durante la década del ’70 diseñó el «Bosque de los Héroes» (1973), monumento de mármol emplazado en Santiago de Cuba, y organizó los simposios y proyectos que convirtieron a la ciudad de Las Tunas en la capital de la escultura cubana. Allí quedó uno de sus más bellos trabajos: la «Fuente de las Antillas» (1977).

Desde 1980 y hasta su muerte, veinte años después, presidió la Comisión para el Desarrollo de la Escultura Monumental y Ambiental (CODEMA), a la vez que continuó su incansable labor con la serie Majagua, tallas en esa madera para algunas representaciones diplomáticas en el exterior y edificios públicos de la Isla.

Al morir, el 29 de mayo del año 2000, Rita Longa Aróstegui había sido distinguida con los más altos reconocimientos del Ministerio de Cultura y el Consejo de Estado de la República de Cuba: la distinción Por la Cultura Nacional (1981), la medalla Alejo Carpentier (1982), la Orden Félix Varela (1988) y el Premio Nacional de Artes Plásticas (1995).

La trascendencia de su obra radica en que se instaló en la cotidianidad del pueblo, para quien está situada en la cumbre de la escultura cubana de todos los tiempos.

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