La música en el cine de la Revolución (II)

La música en el cine de la Revolución (II)

Por: Jorge Calderón.

Nuestro cine, según Carlos Fariñas (Cienfuegos, 1934-2002) ha significado un laboratorio magnífico, de primer orden, para los compositores cubanos. Él opinó, además, que abrió las puertas a la experimentación electroacústica, como su propia obra, en función de la pantalla, lo ha demostrado.

Temprano en los sesenta, hubo dos documentales: La canción del turista y Posición 1, de Pastor Vega y Rogelio París, respectivamente; así como una película de ficción, De la guerra americana, del primero, que tuvieron como común denominador partituras de Carlos Fariñas en las cuales había elementos de música electroacústica.

Muy joven aún, desde la fundación del Icaic, Fariñas, que había sido discípulo de Aaron Copland, Enrique González Mánticis, José Ardévol y Harold Gramatges, se sumó entusiasmado al cine. «Nunca he hecho sonar tanta música para la orquesta como en el cine», me confesó una vez el compositor. En 1960 abrazó el séptimo arte con Por qué nació el Ejército Rebelde, documental de José Massip. Aquel mismo año hizo, además, la música de «El herido», uno de los tres cuentos que conforman Historias de la Revolución, de Tomás Gutiérrez Alea.

Ya todos conocíamos su hermosa película: Cuando vuelan las cigüeñas, cuando Mihail Kalatozov (1903-1973) llegó a nuestro país. Venía con la intención de dirigir Soy Cuba (1964) y así fue. Pronto, Carlos Fariñas, como compositor, pasaría a integrar el equipo de esta coproducción cubano-soviética, en la cual participaron, además, el camarógrafo Serguei Urusevski (1908-1974), el poeta Evgueni Evtuschenko y, como guionista, Enrique Pineda Barnet.

Años más tarde, dominado por una voracidad musical inusitada, Pineda Barnet, ya director, demandó de Carlos Fariñas en Mella (1975) y Aquella larga noche (1979), un volumen de producción que excedía los límites acostumbrados del compositor. Más, el mismo hecho de la repetición, con una pausa de cuatro años entre una película y otra, demuestra que el binomio funcionó muy bien y la música jugó  el papel que se esperaba de ella.

Sin embargo, el realizador con el que más trabajó el compositor fue con Pastor Vega, vínculo comenzado, como ya viéramos, en La canción del turista (1967); años más tarde, reúnense nuevamente, en Retrato de Teresa, Habanera y En el aire, tres películas muy debatidas de nuestro nuevo cine, la última de las cuales tuvo la particularidad «de haber incorporado el laúd cubano a una música de cine»¹.

En función de un medio que le apasionó: el cine, Carlos Fariñas compuso el tema de presentación que acompañó a cada una de las seis películas que conformaron la serie Amores difíciles, con argumento y guión de Gabriel García Márquez, es decir: Fábula de la bella palomera (Brasil), Milagro en Roma (Colombia), Cartas del parque (Cuba), Un domingo feliz (Venezuela), El verano de la señora Forbes (México) y Yo soy el que tú buscas (España).

En la génesis del nuevo cine cubano es imposible soslayar el nombre del compositor Harold Gramatges (Santiago de Cuba, 1918-La Habana, 2008); discípulo de Amadeo Roldán, también estudió con Aaron Coplan y Serge Koussevitsky. Perteneció al Grupo de Renovación Musical, animado por José Ardévol. Asimismo dirigió la Sociedad Cultural Nuestro Tiempo. En 1959, su música, fiel reflejo de la cubanía, se ajustó a los requerimientos de La vivienda, documental con dirección, texto y montaje de Julio García Espinosa; sería éste, el ingreso de Harold Gramatges al mundo del cine. Poco después, «Rebeldes», segundo cuento de Historias de la Revolución, de Tomás Gutiérrez Alea, también contaría con su música.

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